lunes, 31 de diciembre de 2012

Libra

Una vez más se acaba un año. 2012 se marchará como una de tantas monedas, con su cara y su cruz. Su sonrisa de ángel y su comportamiento demoníaco. Ha sido un año duro. Ha sido un año feliz. Desde el principio, algo que venía arrastrando tomó forma y cuerpo, y dolió como si nada pudiera hacerlo más. Pero gracias a las manos amigas supe recomponerme.

Llegó Horacio, con sus manos desnudas, el mayor regalo que me podrían haber hecho. Yago se marchó dejando tras de sí una leve sombra, guardián inapelable que custodia entre la oscuridad. Su fe en mi nunca ha decaído aunque  sus ojos nunca ofrezcan más verdad que la bañada en las dulces burbujas del olvido.

Mi periplo dorado me llevó a encontrar ninfas dolientes, que se escondían entre las flores. Una a una, mis palabras, sus abrazos, las sonrisas, desgranaron cada una de aquellas flores, cuyos pétalos sirven como recuerdo de nuestra comunión. Una amistad cálida que con un rugido se lleva toda la soledad.

Este año he aprendido mucho. He conocido personas maravillosas que por desgracia no puedo ver tanto como quisiera. Aunque el sabor de la cerveza ha reunido de nuevo a la mortalidad. Todas las Amigas tienen el pelo rizado. No obstante, a los demás, no hace falta que os diga que aunque no vea vuestra sonrisa día a día, un leve recuerdo de ella me hace sonreír.

Este año he sabido rodearme de gente que me quería. He encontrado grandes amigos. Anónimos, pero siempre fieles. Algunos estuvieron como un eterno verano, hasta que un largo invierno ha llegado. Y espero sepan que echaba de menos esas risa y ese ruido que tanto hace arder mi sangre, pero que en el fondo me tranquilizaba. Sin ti, sin todos, chicos, no sería nada.

Este año he sabido echarte de menos. No he podido echarte de más. Y aunque el contacto sea leve, puedes estar segura que siempre habrá un hueco en mi corazón para ti.

Este año me he equivocado mucho. He tomado decisiones sin pensar. Drásticas. Egoístas. Cuya penitencia me acompañará siempre. Y lo único bueno que tienen los errores es que con ellos se aprenden. Y aprenderé de nuevo a que confiéis en mi. Y aprenderé de nuevo a que me queráis. Aprenderé de todo lo ocurrido. Dejándolo atrás pero sin olvidarlo....

Siempre estaré a tus pies, bruja.

Siempre sonreiré al escuchar el tintineo en esa puerta, Galateas.

Todos...

No hace falta justificar nada a mi familia. Al más bello y puro amor. No hace falta ninguna palabra. Ni decir que os quiero. No hay que hacer balance de eso...

Y tú... tú sigues poniéndomelo difícil. Has traído el más bello amor. La más dura pena. Sentimientos vivos, fuertes, graves, vanos y vacíos. Las palabras más bellas, que sólo podían ser inspiradas por ti. Y si no te beso no es porque no lo desee. Si no te hablo no es porque no quiera. Mariposa, musa, sirena... Tú has marcado también este año... pero...

                              ....aún queda mucho por sentir....

Feliz 2013

martes, 11 de diciembre de 2012

Ruinas

El amanecer traía consigo aquella lluvia tan ansiada...

Las gotas, dulces como la miel, caían sobre su rostro que miraba con amargura los restos de aquella batalla. Una a una, conseguían borrar todo rastro del dolor, de la aflicción, de la miseria. Calando en su alma. Acariciando sus recuerdos.

Allí. En mitad de las ruinas de un corazón destrozado. Aquella pequeña rosa que un día tuvo en la mano, esperando por ser entregada. Aquella flor que había prendido de nuevo en su sonrisa tras largo tiempo, crecía ahora dando forma a un descomunal cerezo. Magnánimas, las hojas danzaban al son del viento y, misericordiosos, los pétalos desprendidos se reunían en sus mejillas, acariciando cada lágrima que brotaba de sus ojos, y que descendían hasta bañar el roto escudo que aún se empeñaba en asir.

De nada servían ya esas caricias, esos abrazos. No hay razones. Ni motivos. Esos besos no merecían ya la pena. Ahora sólo quedaban ruinas. Levantadas por las raíces cada día más profundas de ese árbol maldito, que encerraba en su belleza, en su inocencia, todo el dolor y la tristeza, todo el mal que había destruido la maravillosa construcción.

Y tu sonrisa, nunca para mi, se me clava en el corazón como esas raíces en mitad de las ruinas. Está enraizado, aquí, en mi interior, este amor, esta pena, esta desdicha. Impidiéndome avanzar, seguir en mi camino, lo único que deseo. Incluso más que tú y tus labios, mi deseo, tu veneno, mi pecado, tu miel...

Y si hubiera contado con tus ojos, habría habido una razón por la que mirar. Y si tus labios hubieran sido míos, un motivo por el que besar. Si me hubieras querido, una razón por la que luchar...

Es más fácil enfrentar lo que viene a aceptar lo que ha pasado. Mirar hacia el futuro que hacia el pasado, pero cuando estoy contigo siempre es ahora. Ahora, que nuestro tiempo se ha acabado. Ahora, que el diablo ha comprado mi alma y se quema en el infierno con todos los versos. Que se diluye en el mar con todos los pensamientos. Que se aleja, volando, con todos los sentimientos. Sólo queda reunir los trozos que perduran, esparcidos en las ruinas, e intentar reconstruirlo todo.

Y en mitad del jardín. Del templo. De mi corazón. Aquella flor. El cerezo. La lluvia. Los motivos. Las raíces. El futuro... Pero ahora... tan sólo hay ruinas...

viernes, 23 de noviembre de 2012

Incendio

Hoy no quiero pensar. Sinceramente, no me apetece recordar tus ojos y su fuego. He leído que la vida es mejor con una sonrisa, y la mía, por desgracia, tan solo es vida con la tuya...

A mi alrededor, todo se inflama y arde, y se prende, salvo yo. No porque sea inmune a tu fuego, sino porque es en mi donde se ha iniciado este incendio. Este infierno de llamas inapelables, de recuerdos, de silencios. Donde se quema cada mirada, cada palabra, cada uno de los versos, pues es pira funeraria de todo aquello que siento.

Mariposa de fuego que prendiste la fragua que albergo en mi pecho. Mariposa caprichosa y dulce. Te encanta jugar y a mi, en el fondo, me gusta que juegues conmigo. Aunque nunca pueda desentrañar tu hechizo, aunque nunca pueda recorrer el laberinto de tu cuerpo, ni besar tus labios de pecado. Aunque vuelvas solo para comprobar que el fuego sigue vivo...

Alimentas la llama de la derrota, del desespero, de la indecisión, de los celos. Jugando con los demás, no sólo conmigo. Jugando con fuego, sin saber que puedes quemarte. Alimentas el fuego gris de la desesperanza y el rojo de la pasión. El verde de la envidia, el azul de la melancolía. Llamas que dan color a tus alas y sabor a tus caricias disfrazadas de inocencia.

No queda más que esperar a que todo se consuma. Uno a uno, los sellos liberados caen siendo pasto de las llamas y creando brasas ardientes que siguen jugueteando entre mis dedos. Y la bestia, antes cruenta y destructiva, indómita y severa, espera paciente con los ojos de la tierra puestos en la luz de una luna fría, que le cala hasta en el alma. Espera resignada que todo prenda.

Tu sonrisa. Mi vida. Las miradas y los versos. La fragua. Tu laberinto. Los sellos... la bestia... Todo consumido por las llamas de tus alas. Devorados por tu luz...


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Vendaval

Sé que te quedan muchos caminos por seguir, muchas historias que contar. Pero ten cuidado, el destino jugará y es posible que no puedas ganarle...

Hoy hace demasiado viento, y no eres más que una pluma arrastrada por las corrientes inalterables de este vendaval. Corrientes que no hacen más que borrar cada una de las ideas, cada uno de los pasos marcados. Cada huella dejada en mitad del desierto. Torbellinos que devoran las palabras, que maldicen, que consumen...

Y yo, otra mota más de polvo, otro fragmento de vida, de ceniza, sumida en esta desesperación. Sintiéndome absurdo, ilógico, insensato, intentando volar hacia delante, en contra de esas corrientes que me empujan cada vez más atrás, alejándome de ti. Al fin y al cabo, bailamos bajo un son diferente...

Te empeñas en seguir tu camino, sin ver que el viento te arrastra. Obstinación o capricho, la galerna te deja avanzar por momentos. Pero lo mismo que este tifón te ofrece, en maravilloso presente, te arrebata en doloroso llanto. Y aún sabiendo que no debería, intento expandir mis tenues alas de lobo, y cubrirte ante la tempestad. Aceptando tristemente que te marchas, aunque se dibuje una sonrisa cuando el vendaval te arrastra junto a mi.

El destino jugará. Y truncará mis alas, que nunca más podrán resguardarte. Y entonces todo estará perdido. Para mi no, porque ya no tengo nada. Pero tú, tan solo alza el vuelo. Sigue al viento que lleva tu nombre, no al céfiro que no conociste...

Pluma sesgada de las alas de Ícaro. Ceniza arrancada de su piel al ser abrasada por el Sol. Danzando en las corrientes de aire. Alas de lobo marchito. Viento que lleva tu nombre tallado a fuego. Perdidos en el vendaval. Sometidos a lo que quiera el destino...


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Vorágine

Era aquella pequeña luz. Aquel brillo el que hacía que me sintiera vivo. El que con su candor abrigaba, despertando todo aquello que ya había olvidado.

Y corrí. Desenfrenado. Hacia la luz, huyendo de toda penumbra. Pensando que en aquel amanecer estaría seguro, ya que en la soledad de la noche temía todo cuanto me rodeaba. Y la perseguí. Aquella luz, aquella mariposa de fuego. Y la seguí. Y me transformé en halcón y volé en pos de ella. Y cuando ella se hizo ciervo y se marchó galopando, yo me convertí en lobo y seguí corriendo. Y ella se convirtió en puro fuego, mi elemento, pero entonces todo estuvo perdido...

Me desbordé. Me hice agua y todo manó desde mi corazón. Y nació un piélago maldito. Un profundo mar azul que arrastra a todos aquellos que se acercan. Agitado y pendenciero, pero con el reflejo del sol en sus mansas aguas, ofreciendo tranquilidad para que todo fluya.

No. Es demasiado para mi. Aunque deba ser fuerte. Aunque sea valiente, como tú intentas hacerme creer. Como los dos queréis convencerme. Todo este mar pesa sobre mis hombros, y yo, como Atlas, condenado a esta penitencia, sosteniendo la cúpula de este mar embravecido, donde todo se hunde.

Tengo sed. Sed de risas, sed de besos. Sed de aquello que ya no tengo. Y hambre, pero solo es hambre de ti. Tú. Siempre eres tú. Quisiera condenarme a la perdición probando de la miel envenenada de tus labios. Pero no. Tú también eres parte de esta carga.

Nunca sabré como llegué a esto. Como me vi aquí, en mitad del campo de batalla. Sumido en la vorágine, dentro del océano, con un solitario escudo, sosteniendo la bandera que todos han estado buscando. Y las saetas se clavan en mi pecho, porque el escudo se ha quebrado. Como yo, que sin palabras, sin voz, ya no sé que hacer. Cómo escapar. Como afrontar todo esto...

Una vieja amiga, una bruja, me incita a cumplir con la sensatez. Más allá de la cobardía que yo mismo veo. ¿Sensatez? ¿Qué es sensato en todo esto? No hay nada claro, todo es incoherente, sin sentido, inconexo, como estas palabras. Todo fluye y corre y vuela. Y maldice y flagela. Y hiere...

La luz. El fuego. La mariposa. El lobo. El mar. Tú. Yo. El escudo. Mis palabras. Tus recuerdos. El futuro. El pasado. El presente. La maldición. La penitencia. Los deseos. Los sentimientos. Las palabras. Los actos. La verdad. Las mentiras. La vorágine...

domingo, 4 de noviembre de 2012

martes, 23 de octubre de 2012

Despedida

¿Qué he de hacer si tu recuerdo se ha atrincherado en mi mente? ¿Cómo evito el sonreír tristemente si recuerdo tu sonrisa? Yo creí que la distancia me salvaría. Que erigir un muro pararía cada oleada de dolor y pena. Cada lágrima y llanto. No podría estar más equivocado.

Desde el otro lado del abismo que nos separa, que divide nuestro reino en dos, tu luz aún llega a mí. Y tu sonrisa ilumina mi vida, con un fulgor gris, más triste que mi propio destino, más oscuro que lo que queda en mi corazón. Sumido en la penumbra, ansío conseguir esa estrella. Tu efigie dibujada en la inmensidad, que me reta a cada paso.

Y duele. Duele cada minuto que pienso en ti y no me miras. Y duele si otros ojos te sonríen. Y duele si no ves que muero por ti. Tú eres mi esencia, mi luz, mi destino. Y yo nada sin ti. No queda nada si no estás. Sino te escucho, si me faltas...

No queda nada. He llorado ríos de tinta por este amor. Y ya no me queda más que mirar hacia delante. Y al girarme, aquella mariposa de fuego me acompaña. Recordándome tu presencia. Obligándome una vez más a observar el resplandor de tu sonrisa. Tú. Tú que derretirías una montaña con solo sonreírle. Al fin y al cabo, eso es lo que has hecho con este corazón de piedra.

Pero no. Aparto suavemente la alevilla. Su luz me guiará ahora al abandono. No vale la pena comenzar una batalla perdida desde el mismo momento en que nació. Mantendré el paso firme. Alejándome más y más. Adentrándome en el oscuro mundo que toma forma delante mía.

Y me reciben esos ángeles. A los que conozco desde hace tanto tiempo, tomándome de los hombros, señalan el nuevo camino hasta ahora no iluminado. Él sonríe severo, ella con una lágrima en los ojos. Y me invitan a seguir.

Las palabras, como telas de araña, como flores marchitas, nacen en cada paso que doy. Están ahí para recordarme el camino que nunca más he de tomar. Y estarán ahí como recuerdo del camino que nunca tomaste.

Irremediablemente tendré que toparme alguna vez más con tu sonrisa. Temo el momento. Sé que una vez más me derrumbaré ante ella. Pero la determinación de la huida será más fuerte. Será mi luz la que brille en la noche. Desconcertada, notarás que algo ha cambiado, aunque nunca entenderás que es lo que pasó. Y si eso ocurre, habré ganado. Y será mi sonrisa la que derrita tus escudos, las paredes de tu corazón. Y será demasiado tarde para los dos.

Recuerda mis palabras. Esto no es una canción de amor. Es un adiós.

domingo, 14 de octubre de 2012

Ella

Ella. Mujer y diosa. Ángel y demonio. Sonrisa. Alma. Cuerpo. Belleza y seducción. Ella. Inocencia. Pecado. Penitencia. Mirada implorante. Amor.

Ella da sentido y forma a mis sentimientos. Da voz  a mis palabras. Desata todo lo olvidado. Regresa lo desterrado, que como hijo pródigo, cabizbajo e inseguro, saluda desde el dintel de mi corazón.

Ella que es fuego y fragua. Destino y final. Pasado oscuro. Presente complicado. Futuro incierto. Aviva una a una las cicatrices cerradas, que duelen como el primer día, pero son calmadas por su sonrisa.

Ella, hiriente espada que se clava con una hoja de besos. Ella que abrió el primer sello y desgrana uno a uno todos estos sentimientos. Que derrumba una tras otra todas las paredes erigidas, los muros levantados, los escudos de mi corazón, para quedarse a dormir en el.

Ella. ¿Ella? No. Tú. Tú, mariposa. Yo, lobo. Tú, con tu luz. Yo sumido en penumbra. Y soy yo el que ha de salvarte del dolor, de la pena.

Tú. Tú y solo tú. Y tus besos. Y mi perdición.

lunes, 8 de octubre de 2012

Eris


Ni siquiera llegaste y ya te vas. ¿Ríes? ¿Ríes con esa risa que ha resucitado a todos los monstruos? La que me devolvió a las hormigas. La que avivó las antiguas cicatrices. Ríes con esa luz que trae el sol, que derrumba estrellas. Ríes en la despedida

Te odio. Te odio a ti y a todo lo que representas. A la mariposa, al lobo. A las cicatrices y a esta maldita tela de araña que nos une. A tu luz y a mi oscuridad. Te odio. Te odio por no ser mía, por no poder protegerte. Por no poder frenar todo el mal y la pena. Por la impotencia de no poder acabar con tu dolor, en mis brazos, con mis manos, que han tomado toda la bondad de la luna sólo para ti.

Solo quería que me miraras. Que me abrazaras. Que me besaras. A mí, solo a mí y a nadie más. A mí que daría todo. A mí que me enfrentaría a cualquier cosa.

Yo solo quería despertarme en tus ojos. Hundirme en tu sonrisa y dormir en tu piel. Perderme en tus besos y esconderme en tus brazos.

Pero no. No soy un príncipe azul. No soy el que buscas. Sabes que no puedo ofrecerte nada más que mi amor. Pero no es suficiente. Quieres algo más. Algo que no puedo darte. Ni el cielo, ni el sol. Eso está al alcance de mi mano. El firmamento, la luna llena a tus pies… Mas no. Tu luz lo eclipsa todo.

Y yo no soy más que un hombre, un loco, un poeta. Solo tengo mi amor y palabras bellas. Sentimientos que florecen en mi pecho, que susurran tu nombre, tallado a fuego… Una cicatriz se dibuja en el horizonte y me hace tuyo aun sabiendo que nunca podrás quererme. Y me quiebro si no estás a mi lado. Y cada segundo es una vida si no me miras. Y cada instante es eterno si pienso en ti.

Te odio por hacerme esto. Por obligarme a buscar tu luz. Tu mirada. A cada paso, en cada noche. En cada batida a ningún lugar. Y tu risa resuena en cada esquina de mi vida, como única música en los peores días. 

Te odio. Te odio por no saber amarte.

Ni siquiera llegaste y ya te vas. Y en la mano tengo aquella rosa que nunca te ofrecí. Y en los labios aquel beso que nunca me atreví a darte. Y en el alma, uno a uno, los versos no recitados, las palabras no dichas, atadas al albo lirio de mi corazón.

Ni siquiera llegaste, y ya te vas. Marchas con aquella sonrisa y te vas…
¿Y ya te vas?
Y ya te vas…

martes, 2 de octubre de 2012

Vals

A la tenue luz de cientos de velas, la sala de baile se ilumina. La música del gramófono empieza a sonar y se oye aquel vals. Mío. Nuestro. Aquella música que tanto nos decía. Que tanto nos había prometido...

Del propio polvo encerrado en la habitación, después de tanto tiempo esperando, comienzan a brotar todas las palabras que nunca hemos dicho. Todas las frases que nuestro valor había impedido formar. Los tapices cobran vida. Las palabras toman cuerpo. Todas y cada una de aquellas sombras, engalanadas con sus mejores ropas. Desprendiéndose de los cortinajes. Descendiendo de las arañas del techo. Uniéndose al baile de los espíritus, al vals de los espectros.

En cada reflejo, en cada giro que la música brinda, ellas danzan, disfrutando. Esperando a que el momento llegue. Y entonces apareces tú. Tan pura, tan limpia. Tan bella. La princesa que esta corte había buscado por largo tiempo. Los caballeros espectrales toman tu mano, y te acompañan a bailar. Sonríes, pero una lágrima brota en tu mejilla. Ríes, pero la pena inunda tu corazón. Con la mirada buscas algo que ansías con el alma.

Y yo, desde el magnífico balcón que preside la escena, apoyado en la balaustrada, observo. Lo observo y medito todo. Y entonces, sólo entonces, desciendo al salón. Enmascarado, tomo tu mano y te acompaño en la danza. Besando cada una de las lágrimas que recorren tu rostro. Y prendo la luna de la tiara que corona tu cabello. Infundo luz a tu corazón, desterrando todo el dolor y el llanto.

Al son de la música, todas las palabras nos rodean. Todo lo nunca dicho nos observa. El tiempo se detiene y la música deja de sonar. Tú no existes y yo estoy solo, entre el polvo de aquello que nunca dije. En la distancia, sabiendo que era la única solución. El fonógrafo vuelve a tocar. Y a la luz de las velas, una lágrima es mi solitaria y única compañera.

martes, 25 de septiembre de 2012

El hombre al piano. Ana Belén

No todos tenemos un piano...

Aquelarre

Y en la noche de Walpurgis todas las brujas se reúnen. Todas, hechiceras, encantadoras, con ojos rojos como el fuego, con manos cálidas, con voz dulce que nos incita a acercarnos. Todas y siempre eres tú. Tú, la que me llamas, la que hechiza, la que me embruja. La que me impide continuar si no me miras. La que, sin querer, me hace desear todas y cada una de las estrellas que se dibujan en tu sonrisa si me miras a los ojos.

Tú. Disfrazada de caperucita roja, para este lobo hambriento. Tú, la que velas tu pecado. La que sufre una eterna penitencia. Tú, falsa doncella en apuros que genera en mi el deseo de protegerte. De abrazarte y de impedir que nada te pase, en mi regazo, donde soy más fuerte. Donde puedo vencer a todos los demonios que esta noche se erigen, inmensos, como pesadillas interminables. En mis brazos...

Pero una malévola sonrisa se dibuja también en tu rostro. Como un juguete roto, el lobo se precipita al abismo donde tranquilamente retozan tus ilusiones, mis sueños. Donde creo poder darte lo que mereces, donde me creo capaz de vencerlo todo. Donde este hidalgo de miel, este caballero andante, desenvaina una espada de besos, cargada con el poder que tú podrías darme.

Y tu luz, difusa, se marchita. Se desdibuja en las mismas estrellas que mis ojos aspiran a conquistar. Se pierde en la incerteza de otros brazos, de otros ojos. Más bellos. Más apetecibles. Pero menos puros. Que no podrán darte algo tan bello, tan limpio, tan honesto y a la vez pretencioso.

Mis brazos, las garras de este lobo, son los mismos que sufriendo encienden la pira en la que te consumes, sin saberlo. Sin entender siquiera como se ha producido la situación. Negando en cada aullido la maldita decisión.

Y al arder, tú, caperucita, tú, mi bien amada y deseada sirena, solo dejas el recuerdo de aquello que pudo ser y no nació. Aquello que nunca dije, aquello que nunca pudiste ver. Cumpliendo condena en esta soledad, este lobo se retira cabizbajo. Llorando por las cenizas que tus propios anhelos han creado. Llorando por ti. Llorando sin ti.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Réquiem

"La niña alargó el brazo, y con una mano temblorosa arrebató a su madre la esfera de cristal que sostenía entre sus dedos. Ya de cerca, observó la escena con detenimiento: Ícaros descendiendo, asidos de la mano, Dédalo sentado al pie del faro... recordó la leyenda. -¡¡NO!! - gritó mientras agitaba con fuerza la esfera y un trémulo torrente de plumas calcinadas enturbió el agua..."

Abrió los ojos y pudo sentir como la sangre goteaba entre sus dedos. Los restos de ginebra y cristal, manchados del líquido encarnado, aún pendiendo del segundo en que con la fuerza de su mano izquierda había estallado el vaso, caían uno a uno en un baile decadente. Pensó en ese recuerdo, en aquel extracto sacado de no recordaba qué libro. Embriagado por el dolor y el humo de su pipa intentó hacer un esfuerzo, mientras que en el hogar se quemaban antiguas máscaras sonrientes...

"Aquella mariposa de fuego se transformó en un fénix, y cambió de nuevo en áspid ardiente, suntuoso, en sirena con cabello en llamas, tan carnal... La imagen se distorsionó y una garra carmesí le tocó el pecho..."

Se sobresaltó, y pudo ver como las marcas de aquellas uñas se señalaban en su tórax, a la altura de la fragua de Vulcano...

"Y el índigo tritón se acercó a aquella sombra. Y con el solo poder de su mirada, derritió el corazón de la sirena, de la mariposa, que dejó atrás todo su pasado. Y su deseo se vio cumplido. Y su capricho y su antojo se realizaron. Un beso selló aquellos labios y un destello se disparó en el aire, azul, intenso, atravesando incluso la luz..."

Y sintió, allí, sentado en la lumbre, como un cristal del color del cielo, un reflejo, una ilusión, se clavaba en su corazón. Y lo marchitaba. Y lo drenaba. Y una lágrima afloró en los ojos del color del otoño, del color de octubre...

"Un aullido hacia la luna. Llena. Redonda como aquella esfera de cristal. Anular como la penitencia infinita de titanes y héroes griegos. Un lobo negro como la noche gritó mientras bramantes de seda de araña envolvían su cuerpo, impidiéndole hablar. Silencio. Solamente ese silencio. En su pecho un millar de cicatrices. Y en sus ojos marrones un millón de lágrimas..."

Percibió las ataduras en su cuello y en sus manos. Y el silencio se apoderó de su lengua y de su alma. Y lloró... lloró... lloró... mientras en el fuego se consumían sus últimas esperanzas...

Quinta Sinfonía - Fantasía 2000

jueves, 20 de septiembre de 2012

Ícaros

Sentado, con las piernas pendiendo al filo de aquel acantilado donde el faro del fin del mundo se había apagado. Allí, sedente, cubierto con las negras alas que él mismo había maldecido. Mirando al horizonte. Y todavía una frase resonaba en su cabeza "Os vais a quemar". Cerró los ojos.

Arderé en el infierno mientras tú, sonríes radiante al elevarte en la impunidad de tu pecado. El brillo de tus ojos refleja todo el deseo que mi corazón alberga. Mas no, no es a mi a quien miras. No soy yo la presa de tu avidez, de tu canto de sirena. Y la sombra de este amor me persigue mientras yo deseo la luz de esas mariposas de fuego.

Y sólo ríes si él te mira, y sólo miras si el se ríe, pero no con tu cuerpo, sino con tu alma, donde habita la prístina risa con la que se forjan todos los sentimientos. Y se clava en mi, lacerando mi carne y perforando mi corazón, seco de tanto sangrar, implorando por un poco, sufriendo en la agonía, llorando lágrimas que nacen en puro llanto.

Yo tengo la penitencia de un pecado que no he cometido, pero vosotros... vosotros tentáis a la suerte en cada segundo. Las miradas, las sonrisas. Cada uno engendra una verde arpía, que me devora desde dentro. Y a vosotros os acerca cada vez más al sol.

Ignorantes, orgullosos, ajenos a todo, presa sólo de vuestro instinto. Las Furias os elevan, jubilosos en la liberación de vuestra falta, cada vez más y más alto, donde ya casi no os veo, donde no sois más que un par de dientes de león, que retozan al son del viento, ardiendo por los rayos del sol...

Sentado a los pies de la luz del confín de la Tierra, con las alas intactas, observa como dos sombras sufren el descenso. Su voz, entre susurros, recita aquel recuerdo "Os vais a quemar"...

Contigo

domingo, 16 de septiembre de 2012

Silencio

Son aquellas palabras que nunca dije las que ahora explotan dentro de mi pecho. Las que gritan en mi garganta, rogando por la libertad, clavadas en mi interior con espinas de rosa.

Son esas palabras las que imploran, llorando, un espacio en este mundo. Las que claman dejar el no ser, tomar cuerpo y forma. Decorar cada estrella con su brillo. Prenderse en las alas de fuego de la mariposa que se eleva entre toda esta oscuridad.

Mas deben ser acalladas. Aunque cada palabra sufra, aunque cada una sea promesa y ofrenda, sea dolor o llanto, aunque cada palabra se quiebre bajo el peso de la angustia, tiene que permanecer en silencio. Maldito y despiadado silencio que termina con todas las bellas intenciones y hace florecer el brote de la desesperanza.

Sin decir nada, cada sentimiento expira, llevándose consigo un segundo más, un día, un año, tallando en el pecho de este maltrecho lobo una cicatriz imborrable, como tantas otras. Cada palabra, muda, vuela en silencio, de la mano de los más queridos espíritus, cuyos ojos ven más allá de mi mismo, cuyas propias palabras hacen de bálsamo, pero saben permanecer en silencio ante este crimen.

"Yo recapacito y pienso que puedo ofrecerte mucho más, pero tú le entregas tus labios, él calma sus deseos, yo sufro en la agonía del silencio y tu herida no se cura..." En lo más íntimo R.L.

Son aquellas palabras que nunca diré, las que me hacen guardar silencio.




viernes, 7 de septiembre de 2012

La mariposa

Un lobo. De ojos tiernos y piel blanca como la lana. Suave como la seda. De voz dulce y tranquilizadora, pero un lobo al fin y al cabo.

No son manos afables las que te abrazan. Estas garras inhumanas están acostumbradas al hedor de la sangre. Al fin y al cabo, todo termina siendo pasto del más recóndito instinto. Hay quienes lo llaman supervivencia, confundiéndolo con algo natural, innato y nativo del cinegético carácter heredado de este nahual maldito. Pero nunca nadie sabrá el verdadero motivo. Ninguna persona conocerá jamás al causa exacta por la que todos los que se acercan a la criatura terminan heridos.

Con su errático comportamiento rasga cada uno de los frunces que le mantienen sosegado, indiferente y frío ante la luz de la luna. Pero esa mariposa con los colores del mismo fuego refrescó cada cicatriz que había sido tallada con odio en su corazón. Cada palabra y gesto. Cada caricia y beso se incrustaba en lo más profundo de su alma. No podía permitirlo...

No se sabrá si era rencor o afán de protección, pero una vez más, la bestia asestaba el golpe final con el que la mariposa profería un lamento incluso más desgarrador que las gujas del mismo lobo. Su grito se unió en mística comunión con el aullido del lobo. Unión que quebrantaba los cánones establecidos. Tomó del suelo los restos de aquella alevilla de fuego y los prendió a la altura de su pecho, mientras con las garras marcaba otra cicatriz en su corazón.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La vela del estudio

Aquel destello de luz encendió una vela que yacía apagada desde hace mucho. Un cirio que debía permanecer extinto, moribundo. Pero aquel brillo centelleó en la noche más cerrada. Como una bengala, prendió todas las telarañas que se amilanaban en las paredes del atormentado corazón, refugiándose en los pliegues de cada una de las noches que aquella seda había tejido como consuelo al llanto desconsolado.

Ahora que aquel incendio estaba descontrolado, que todas las imágenes se inflamaban, que el fuego recorría cada uno de los sentimientos, encendía cenizas pasadas, brasas antiguas, en ese momento, el alma estaba ya perdida. Uno a uno, los baúles cerrados por el devenir del tiempo, enterrados bajo cadáveres de miles de hormigas, inhumados por el fango y el lodo de lágrimas vertidas en la arena, uno a uno, todos, se abrían al estallar la aldaba debido al calor y la vehemencia de las llamas. De ellos brotaban aquellas polillas cuya vida había sido perdonada. Ahora transformadas en mariposas de fuego, los cristales de las ventanas se rompían bajo la presión sometida. Sus voces, como el canto de las sirenas, evocaban a los recuerdos pasados, al dolor y la desdicha. A la felicidad y al cariño.

El fuego consumía todo. Derritiendo, destrozando, devastando, pulverizando. Cae de rodillas el fantasma cinéreo que hasta entonces había reflejado. Los trajes apolillados con sonrisas escondidas entre los pliegues, junto con aquella máscara alegre que siempre les acompañaba. Todo perdido. Bajo las llamas todo se comportaba igual. Bueno o malo, feliz o triste, doloroso o placentero. Todo consumido. Los instintos aullaban al calor, agostados, derrotados.

Una lágrima de plata surca los tueros calcinados, osamenta negra que huele a luto. No queda más que cenizas dentro del estudio. No queda nada. Ni pena ni desdicha. Ni amor. Ni nada que no pueda ser justificado. No hay llanto, ni risas. No queda sufrimiento, no queda alegría. Un paso curioso e incierto se adentra en la sala. Mirando cada rincón de aquel corazón. Sabiendo que en cada uno de esos lugares había algo que debía recordar. Una voz quería advertirle del desastre pasado, pero no era capaz de articular palabras.

Y de entre las cenizas, con sus manos desnudas, temblorosas, rescató un trozo de aquel espejo donde ensayaba todas sus sonrisas. Y pudo ver como allí debajo, reflejado bajo la luz de las estrellas, un pequeño brote nacía llorando rocío...

viernes, 22 de junio de 2012

Despedida y Búsqueda

Marcha. Marcha tú Yago. Mientras todo te vaya bien ¿qué importan los demás? ¿qué tiene de importante el sufrimiento ajeno? El dolor, la desdicha... mientras haya vino en tu copa, tú no tienes de qué preocuparte. Lavar tus manos con el sabor del whisky elimina todo ápice de duda. Nadie tiene porqué interferir en tu vida. Nadie tiene que aguarte la fiesta.

Aludes a tu propio llanto, a tu propia pena. Burbujas de champán que como el vino del estío hacen olvidar todos aquellos malos ratos. Vacío. Ese licor que embriaga todos tus sentidos está vacío Yago. Esgrimes la excusa de que los payasos también lloran para no tomarte nada en serio. Para eliminar cualquier rastro de maldad de tus palabras, dañinas como dardos envenenados.

Ah. Te busco Horacio. Te busco y no te encuentro. Tus manos es por lo único que pido. Tu leve voz, tu compañía. Tú que pareces ser el único que me reconforta. Para ti no tengo más que este regalo. Estas líneas que producen tanta tranquilidad cuando pienso que tú eres el único que me comprende. Tú eres el único que percibe cuando hay problemas, que siente lo que pienso, que piensa lo que siento. El que medita, el que razona. Tú, amigo difuso, amigo invisible. Enterrado entre mi desesperación no te encuentro. Perdido entre mi dolor te ando buscando. ¿Dónde estás que no te veo? ¿Quién estrechará mi mano?


miércoles, 13 de junio de 2012

"Frankestein" - Mary Shelley

“Me conformo con sufrir solo mientras duren mis sufrimientos; me satisface que cuando muera, mi memoria estará cargada de odio y oprobio. Alguna vez los sueños de virtud, de fama y de alegría serenaron mi fantasía. Alguna vez fantasee con conocer seres que, perdonando mi apariencia externa, me amarían por excelentes cualidades que yo era capaz de revelar. Me nutría de grandes ideas de honor y devoción. Pero ahora el crimen me ha degradado situándome por debajo del animal más despreciable. No puede haber culpa, maldad ni desgracia comparables a la mía. Cuando recorro el catálogo de mis pecados, no puedo creer que yo sea la misma criatura cuyas ideas estuvieron alguna vez pobladas de trancendentes y sublimes imágenes de belleza y de majestuosa bondad. Pero así es: el ángel caído se ha convertido en un diablo malvado; pero hasta ese enemigo de Dios y del hombre tenía enemigos y compañeros en su desolación. Yo, en cambio, estoy solo”



“¿Cómo podría llegar a tu alma? ¿No hay palabras suficientes para hacerte comprender que debes volver tus ojos hacia una criatura, tu propio hijo, que te implora bondad y compasión? Créeme, Frankenstein, mi alma era amorosa; pero, ¿no ves que estoy irremisiblemente solo? Si hasta tú, mi creador, me aborreces, ¿qué crees que puedo esperar de tus iguales, que nada me deben? El desprecio y el miedo es lo que experimentan ante mí, tan sólo los glaciares y las altas montañas son mis compañeros, mi refugio. Hace días que ando por estas soledades, viviendo en grutas heladas; son el único sitio donde me siento seguro, los únicos parajes que el hombre no me niega. El cielo gris, la nieve, todo esto, merecen mi respeto y mi adoración porque me tratan con más consideración que tus propios semejantes. Si las gentes supiesen de mi existencia harían lo mismo que tú: levantarían su brazo contra mí”

lunes, 11 de junio de 2012

Lobo


¿Quién soy yo, para negarle al destino todo lo que le pertenece?

Nadie mejor que yo conoce mis propios errores. Mis fallos,mis pecados y penitencias. No puedo obligar al destino a doblegarse a mis pies sin al menos intentar justificar mis actos. Sin embargo es mi propio orgullo el que no me deja arrodillarme ante él. Son demasiadas las batallas que he afrontado. Demasiadas guerras en las que he combatido. Guerras que no eran mías, que no llevaban mi nombre, y en las que me he esforzado hasta la extenuación.

He salido herido. Doblegado ante la derrota, pero con la mirada hacia el cielo. Gris, tormentoso. Cada uno de esos truenos eran los alaridos de una bestia que ruge en mi interior. Un animal salvaje, denostado ante cada situación. Pero que tiene las marcas de la guerra, de las víctimas. Toda esa sangre que mancha sus garras. La mirada alta. En cada momento decidido ante su paso. Eligiendo cada camino aunque le conlleve al desastre.

Es todo tan diferente. Todo tan incomprensible ante esos ojos. Todo cuanto le rodea es querido, amado. Pero tan incomprendido. Ruega a veces esa bestia. Pide paz. Templanza. Tranquilidad. Un aullido hacia la luna llena, como súplica implorante de un atisbo de calma. Pero ante la duda, huye a reunirse con la soledad que es incapaz de herirle.

No quisiera más que ser un cachorro eternamente. Sin preocupaciones. Sin tener que sacar de nuevo las garras. Sin mancillar su rostro con el alquitrán exudado de los cuerpos inertes de problemas ajenos. Tan solo tranquilidad. Un remanso de calma donde poder ver sus ojos cristalinos en el agua clara de ese prístino lago escondido por tanto tiempo.

No puede condenarse a un lobo por sus instintos de protección. No puedes castigar a una daga por estar afilada. No puedes negarle al destino que reclame por lo suyo...

miércoles, 30 de mayo de 2012

"Bailando para no estar muerto" - Ray Bradbury


"Una noche, mientras me estaba sirviendo, mi amigo camarero, Laurent, que trabajaba en la Brasserie Champs du Mars cerca de la Torre Eiffel, me habló de su vida.
-Trabajo de diez a doce horas, a veces catorce -me dijo- y después a medianoche me voy a bailar, bailar, bailar hasta las cuatro o cinco de la mañana, y me acuesto y duermo hasta las diez y luego arriba a las once a trabajar diez o doce horas y a veces quince.
-¿Cómo consigue hacerlo? -le pregunté.
-Fácilmente -dijo-. Dormir es estar muerto. Es como la muerte. Así que bailamos, bailamos para no estar muertos. No queremos que eso ocurra.
-Qué edad tiene usted -le pregunté.
-Veintitrés -me dijo.
-Ah -dije, y lo tomé gentilmente por el codo-. Ah. Veintitrés, ¿no?
-Veintitrés -dijo sonriendo-. ¿Y usted?
-Setenta y seis -dije-. Y yo tampoco quiero estar muerto. Pero no tengo veintitrés. ¿Qué puedo hacer?
-Sí -dijo Laurent, inocente y todavía sonriendo-, ¿qué hace usted a las tres de la mañana?
-Escribir -dije al cabo de un momento.
-¿Escribir? -dijo Laurent, asombrado-. ¿Escribir?
-Para no estar muerto -dije-, como usted.
-¿Yo?
-Sí -dije, sonriendo ahora-. A las tres de la mañana escribo, escribo, ¡escribo!
-Tiene mucha suerte -me dijo Laurent-. Es usted muy joven.
-Hasta ahora -dije y apuré mi cerveza y me fui a sentar adelante de mi máquina de escribir, a terminar un cuento."
Ray Bradbury

Hace ya un año, y nada ha cambiado. Todo sigue igual y yo cada vez tengo menos ganas de seguir bailando...

domingo, 25 de marzo de 2012

La balanza

En una mano, el peso de la responsabilidad, la certeza, el futuro. El desarrollo y la ciencia. La bondad, la maldad. La oscuridad y la desdicha. La cultura, la inmundicia, el pesar y el llanto. La sonrisa difusa que se borra bajo el polvo del olvido. La coherencia y la desgana. Todo aquello por lo que ha de pelearse.

En la otra, la incerteza. La avaricia y el egoísmo. La irresponsabilidad, la venganza. La altivez. El jolgorio y la luz. La música, la desdicha. La falta de rigor. La inseguridad, la comedia. La cobardía. Todo aquello que se consigue sin esfuerzo, con el sudor de la frente de los demás... y esta espada es mucho más fuerte

jueves, 8 de marzo de 2012

jueves, 23 de febrero de 2012

La Maldición

Ese lunar que marca la ruta de mis deseos, que sigue el camino de mis instintos. Rubricando con lujuria todas mis noches, como un paso de mis más preciados besos desde tu cadera, templo indemne de todos mis suspiros, palacio de las doce rosas, que sube hacia tu torso, doble montaña impía de mis anhelos, donde se pierde el tiempo como un verano inagotable, un paseo desde el edén, al dulce infierno de tu boca, donde mi alma se inflama, implorando tu nombre. Y tus gráciles manos que surcan mi cuello en sutil caricia, esbozando el tenue fantasma de un cupido ocioso, eros altivo que me niega el abrazo amante al que mi corazón aspira.

Mi corazón, que como un juguete roto, espera encerrado en la caja de música donde está apresando tras tanto tiempo, donde encanece y sueña, contigo, con tu rostro. Con tu voz que aún en sueños me despierta, desconsolado, esperándote, sabiéndote de otros, perdida en la vastedad de otros besos que no son fruto de mis labios.

Mis labios, sedientos, que buscan el agua calmante en una palabra tuya, en un leve gesto. Pero tú niegas la voz salvadora, extendiendo con tu sonrisa de fuego, el veneno ardoroso que corre por mis venas, maldiciendo todo una vez más. Alas negras que se despliegan, cubriendo incluso la oscuridad. Tu cabello cercena mi piel, como las garras de una sirena, sangrando hasta quedar agotado, y un beso de sal hace escocer la herida que nunca se cerrará, signando la cicatriz que me hace tuyo.

4 Chords Song

Medley de canciones hechas con tan solo cuatro acordes. Una genialidad de la mano de The Axis of Awesome

miércoles, 11 de enero de 2012

Vino e inmundicias

¿Y si todos los males que se escondían en aquella caja de música tuvieran un solo nombre? ¿y si fuera una sola razón? Sería demasiado presuntuoso por mi parte cuestionarme una cosa así. Sin embargo...

El reflejo cinéreo que se proyecta en esta piel duele como si quemara. Se inflama por completo todo el espíritu del desdichado prisionero al ver como esa espina crece en mitad del alma atormentada, sumida en el profundo sueño que produce el hedor de la podredumbre. Su cuerpo desnudo se retuerce ante el dolor y la pena, bajo el sufrimiento de tanto tiempo encadenado. Extiende el impío brazo hacia un sol que aun conociendo su existencia, olvida derramar sus puros rayos en semejante despojo, evitando la triste mirada que aquellos ojos terrosos ofrecen al mundo.

La cárcel, sin muros que lo encierren, presenta tan solo una cadena forjada en el mismo infierno, nutrida por cada una de las personas que evaden la pregunta, el contacto, el abrazo. Todas aquellas que dan por sabido o no sospechan nada. Allí, bajo toda la inmundicia, las lágrimas nacen llorando.

Piel de mentiras, que le encierra amorosamente como la cáscara de un fruto prohibido, mostrando una sonrisa en lugar de llanto. Y la impotencia de tropezar con palabras ya olvidadas. Celebrando cada instante con el destilado de aquella fruta, la vid que produce el vino de la ilusión, de la falsa esperanza. Vino gris y ceniciento, que esconde grandes pesares, que crece entre los restos desgajados del alma separada por aquella planta. La planta que mata y ofrece vides, la que produce vino e inmundicias...