lunes, 26 de septiembre de 2011

El aleph

¿Cómo he de justificar el comportamiento cruel de este mundo frío y despiadado que me ha tocado enfrentar? Donde los sueños son asesinados por el paso del tiempo. Donde todo se desmorona y las manos que se tienden regresan a su dueño justo cuando nuestros dedos las rozan, como las manzanas de Tántalo.

No puedo entender el dolor al que se ven sometido mis seres queridos. Heridos por la espada que ellos mismos forjaron. Aludiendo al desuso y al óxido, el daño es certero, demasiado real, incluso sin ser intencionado. La misma incomprensión es la que destroza mi interior, como un tigre recién enjaulado que encuentra la libertad al alba. No hay rencor, ni venganza. Hay dolor allí donde miro... Sin culpables, aunque todos velan su pecado.

¿Y yo? Despierto. Atrapado en la nieve que lo cubre todo. Perdido dentro de mi propio laberinto. Cristalino dédalo invisible. Ruín destino que se mofa de mis intentos por avanzar. Y una y otra vez mis pasos se encuentran con la dura pared, que me impide seguir adelante. Y la invisible construcción me permite ver como fuera, todas aquellas personas que se lo proponen prosiguen su ruta... olvidándose de aquel cuya impune penitencia litiga con un futuro cada vez más borroso, completamente diferente al infierno en el que me veo inmerso.

Y sigo soñando que un día ella vendrá a rescatarme, como Ariadna. A liberarme de este laberinto en el que yo mismo soy el Minotauro que me tiene preso. Ella con su benevolente sonrisa, con sus ojos cargados de libertad. Sacrificando el pan y el vino, perdidos en mitad de tantos recuerdos... ella, el ovillo de oro que tanto he soñado. El mayor tesoro que jamás quimera o esfinge ha guardado. Media vida y medio destino, que nunca podrá entrar dentro de este Aleph, dentro del escudo que yo mismo tejí.

Y sin embargo un día soñé que lo conseguía, y fuí la persona más feliz de este mundo, que poco a poco iba floreciendo. Pero la vida con su lívida máscara, se ha encargado de matar a sueños como esos, con el dulce abrazo del vino del estío... con el dulce abrazo del desierto... de la sed de besos

sábado, 10 de septiembre de 2011

viernes, 2 de septiembre de 2011

Melancolía

Qué he de hacer para que el frío manto de la noche no se pose en mi nombre, borrándolo de tus recuerdos. Cómo evitar el cruel desenlace solo reservado para aquellos guerreros que lo pierden todo. Ahora me veo sin lanza, sin escudo, sin poder para enarbolar nuevas palabras. Sin nada que ofrecerte.

Una triste lágrima es lo único que me queda. Una brisa despeinada que desaparece a cada segundo que pasa, marchitándose como yo, lejos de tu voz. Ahora condenado al olvido, tras tanto luchar. Sumido en la derrota, aceptando el cruel final que cae en mí como la espada de Damocles, subyugado al destino inapelable. El juez del dios llamado tiempo.

Bajo el despojo que queda cuando muere el verano. Bajo este frío y ceniciento cielo, una solitaria estrella señala a mi corazón. Solitario y pendenciero, guardián oscuro de obsidiana. Inerte, inerme, cautivo y desolado. Que suspira...

Y aún así... un leve recuerdo tuyo hace florecer en mí una sonrisa...