viernes, 7 de septiembre de 2012

La mariposa

Un lobo. De ojos tiernos y piel blanca como la lana. Suave como la seda. De voz dulce y tranquilizadora, pero un lobo al fin y al cabo.

No son manos afables las que te abrazan. Estas garras inhumanas están acostumbradas al hedor de la sangre. Al fin y al cabo, todo termina siendo pasto del más recóndito instinto. Hay quienes lo llaman supervivencia, confundiéndolo con algo natural, innato y nativo del cinegético carácter heredado de este nahual maldito. Pero nunca nadie sabrá el verdadero motivo. Ninguna persona conocerá jamás al causa exacta por la que todos los que se acercan a la criatura terminan heridos.

Con su errático comportamiento rasga cada uno de los frunces que le mantienen sosegado, indiferente y frío ante la luz de la luna. Pero esa mariposa con los colores del mismo fuego refrescó cada cicatriz que había sido tallada con odio en su corazón. Cada palabra y gesto. Cada caricia y beso se incrustaba en lo más profundo de su alma. No podía permitirlo...

No se sabrá si era rencor o afán de protección, pero una vez más, la bestia asestaba el golpe final con el que la mariposa profería un lamento incluso más desgarrador que las gujas del mismo lobo. Su grito se unió en mística comunión con el aullido del lobo. Unión que quebrantaba los cánones establecidos. Tomó del suelo los restos de aquella alevilla de fuego y los prendió a la altura de su pecho, mientras con las garras marcaba otra cicatriz en su corazón.

1 comentario:

  1. Y la mariposa, ajena a todo, se precipitó al vacío. Dejó de volar, pero nadie que la haya vislumbrado olvidará jamás su brillante estela.
    Mas qué sabrá ella, de lobos, de heridas, de estelas. Ella solamente vive... y vuela.

    Plzll^^

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