lunes, 8 de octubre de 2012

Eris


Ni siquiera llegaste y ya te vas. ¿Ríes? ¿Ríes con esa risa que ha resucitado a todos los monstruos? La que me devolvió a las hormigas. La que avivó las antiguas cicatrices. Ríes con esa luz que trae el sol, que derrumba estrellas. Ríes en la despedida

Te odio. Te odio a ti y a todo lo que representas. A la mariposa, al lobo. A las cicatrices y a esta maldita tela de araña que nos une. A tu luz y a mi oscuridad. Te odio. Te odio por no ser mía, por no poder protegerte. Por no poder frenar todo el mal y la pena. Por la impotencia de no poder acabar con tu dolor, en mis brazos, con mis manos, que han tomado toda la bondad de la luna sólo para ti.

Solo quería que me miraras. Que me abrazaras. Que me besaras. A mí, solo a mí y a nadie más. A mí que daría todo. A mí que me enfrentaría a cualquier cosa.

Yo solo quería despertarme en tus ojos. Hundirme en tu sonrisa y dormir en tu piel. Perderme en tus besos y esconderme en tus brazos.

Pero no. No soy un príncipe azul. No soy el que buscas. Sabes que no puedo ofrecerte nada más que mi amor. Pero no es suficiente. Quieres algo más. Algo que no puedo darte. Ni el cielo, ni el sol. Eso está al alcance de mi mano. El firmamento, la luna llena a tus pies… Mas no. Tu luz lo eclipsa todo.

Y yo no soy más que un hombre, un loco, un poeta. Solo tengo mi amor y palabras bellas. Sentimientos que florecen en mi pecho, que susurran tu nombre, tallado a fuego… Una cicatriz se dibuja en el horizonte y me hace tuyo aun sabiendo que nunca podrás quererme. Y me quiebro si no estás a mi lado. Y cada segundo es una vida si no me miras. Y cada instante es eterno si pienso en ti.

Te odio por hacerme esto. Por obligarme a buscar tu luz. Tu mirada. A cada paso, en cada noche. En cada batida a ningún lugar. Y tu risa resuena en cada esquina de mi vida, como única música en los peores días. 

Te odio. Te odio por no saber amarte.

Ni siquiera llegaste y ya te vas. Y en la mano tengo aquella rosa que nunca te ofrecí. Y en los labios aquel beso que nunca me atreví a darte. Y en el alma, uno a uno, los versos no recitados, las palabras no dichas, atadas al albo lirio de mi corazón.

Ni siquiera llegaste, y ya te vas. Marchas con aquella sonrisa y te vas…
¿Y ya te vas?
Y ya te vas…

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