domingo, 7 de febrero de 2010

La araña

Como una araña que trepa por mi cuerpo y me va atando poco a poco. Me aprisiona, uniendo entre sí todos los puntos cardinales de mi cuerpo. De mano a mano. De pie a pie. De la oreja a la cintura. Una y otra hebra, con la que construye una celda de seda. Que no me asfixia aunque no me deja hacer un movimiento. Hilos que me recorren, como a Gulliver.

Algo tan liviano... pero a la vez tan duro. Ese cansancio. Esa rutina que flota ante mis ojos. Como humo gris de madera que ya ha ardido antes.
Como aquellas estrellas que ya pasaron, mi vida sigue un curso con el mismo sentido. La misma dirección. La misma ruta. Una tras otra las mismas farolas. Todo es igual.

Y esos hilos... Esos hilos que me recorrían antes. Formando un capullo sempiterno. De amarga melancolía. De sabor marrón. Amargo. Intenso.

Seda de araña que me aferra a la vida. Una vida en la que pocos tienen algo que decir. ¿Dónde están los que no deben callarse?... Presos de sus instintos. Atados a sus deseos. Tan lejos. Tan firmes. Cómo la misma incertidumbre que nos acecha cuando no sabemos si está bien o mal.

Y el calor... asfixiante. Agobiante. Entrópico desorden de mis sentidos. Tanto calor, aunque fuera el hielo grite. Culpa de las hebras que me mantienen preso. Un preso libre.

Como una araña en su misma tela...