martes, 26 de abril de 2011

El baile de las máscaras



Tras dos largas semanas desconectado del mundo, me enfrento de nuevo a la incomprensión que me ha precedido siempre.

No estoy destinado a comprender lo que me rodea, tan sólo porque no quiero ver como la gente guarda un doble transfondo, una doble cara que entorpece a mis sentimientos. Un danza macabra en la que se cobran como tributo mis anhelos y mis buenos deseos. Mis vagas esperanzas y mis vastos ideales.

Veo como todo bailar y, yo, permanezco quieto, varado en el centro de su corro, atrapado en su danza atado con hilos de seda. Una telaraña que me obliga a ver todo aquello que no deseo.

En vano me esfuerzo por comprenderlo todo, pero soy de esas personas de mente cerrada. Soy escéptico, lo sé. Inamovible. Pero no puedo quedarme quieto mientras veo que todo se desmorona, aunque mis movimientos no se perciban.

Yo trazo mis propios pasos de baile, mi pequeña danza particular. Aquella que me aleja de todo aquello que aborrezco, aunque sea lo que más he amado durante mucho tiempo. No puedo desperdiciar mi tiempo intentando resucitar algo que murió hace demasiado, cuyo olor ahora aflora.

No sé si seguir parado o mostrar mi preciosa coreografía, donde todos quedan puestos en su lugar. En pocos pasos, lo aclararé todo. Pero eso significaría dar brillo a aquella daga reservada a asuntos especiales. Sólo me queda pues, aclarar si esta situación lo merece o es un simple baile de máscaras

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