viernes, 23 de noviembre de 2012

Incendio

Hoy no quiero pensar. Sinceramente, no me apetece recordar tus ojos y su fuego. He leído que la vida es mejor con una sonrisa, y la mía, por desgracia, tan solo es vida con la tuya...

A mi alrededor, todo se inflama y arde, y se prende, salvo yo. No porque sea inmune a tu fuego, sino porque es en mi donde se ha iniciado este incendio. Este infierno de llamas inapelables, de recuerdos, de silencios. Donde se quema cada mirada, cada palabra, cada uno de los versos, pues es pira funeraria de todo aquello que siento.

Mariposa de fuego que prendiste la fragua que albergo en mi pecho. Mariposa caprichosa y dulce. Te encanta jugar y a mi, en el fondo, me gusta que juegues conmigo. Aunque nunca pueda desentrañar tu hechizo, aunque nunca pueda recorrer el laberinto de tu cuerpo, ni besar tus labios de pecado. Aunque vuelvas solo para comprobar que el fuego sigue vivo...

Alimentas la llama de la derrota, del desespero, de la indecisión, de los celos. Jugando con los demás, no sólo conmigo. Jugando con fuego, sin saber que puedes quemarte. Alimentas el fuego gris de la desesperanza y el rojo de la pasión. El verde de la envidia, el azul de la melancolía. Llamas que dan color a tus alas y sabor a tus caricias disfrazadas de inocencia.

No queda más que esperar a que todo se consuma. Uno a uno, los sellos liberados caen siendo pasto de las llamas y creando brasas ardientes que siguen jugueteando entre mis dedos. Y la bestia, antes cruenta y destructiva, indómita y severa, espera paciente con los ojos de la tierra puestos en la luz de una luna fría, que le cala hasta en el alma. Espera resignada que todo prenda.

Tu sonrisa. Mi vida. Las miradas y los versos. La fragua. Tu laberinto. Los sellos... la bestia... Todo consumido por las llamas de tus alas. Devorados por tu luz...


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Vendaval

Sé que te quedan muchos caminos por seguir, muchas historias que contar. Pero ten cuidado, el destino jugará y es posible que no puedas ganarle...

Hoy hace demasiado viento, y no eres más que una pluma arrastrada por las corrientes inalterables de este vendaval. Corrientes que no hacen más que borrar cada una de las ideas, cada uno de los pasos marcados. Cada huella dejada en mitad del desierto. Torbellinos que devoran las palabras, que maldicen, que consumen...

Y yo, otra mota más de polvo, otro fragmento de vida, de ceniza, sumida en esta desesperación. Sintiéndome absurdo, ilógico, insensato, intentando volar hacia delante, en contra de esas corrientes que me empujan cada vez más atrás, alejándome de ti. Al fin y al cabo, bailamos bajo un son diferente...

Te empeñas en seguir tu camino, sin ver que el viento te arrastra. Obstinación o capricho, la galerna te deja avanzar por momentos. Pero lo mismo que este tifón te ofrece, en maravilloso presente, te arrebata en doloroso llanto. Y aún sabiendo que no debería, intento expandir mis tenues alas de lobo, y cubrirte ante la tempestad. Aceptando tristemente que te marchas, aunque se dibuje una sonrisa cuando el vendaval te arrastra junto a mi.

El destino jugará. Y truncará mis alas, que nunca más podrán resguardarte. Y entonces todo estará perdido. Para mi no, porque ya no tengo nada. Pero tú, tan solo alza el vuelo. Sigue al viento que lleva tu nombre, no al céfiro que no conociste...

Pluma sesgada de las alas de Ícaro. Ceniza arrancada de su piel al ser abrasada por el Sol. Danzando en las corrientes de aire. Alas de lobo marchito. Viento que lleva tu nombre tallado a fuego. Perdidos en el vendaval. Sometidos a lo que quiera el destino...


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Vorágine

Era aquella pequeña luz. Aquel brillo el que hacía que me sintiera vivo. El que con su candor abrigaba, despertando todo aquello que ya había olvidado.

Y corrí. Desenfrenado. Hacia la luz, huyendo de toda penumbra. Pensando que en aquel amanecer estaría seguro, ya que en la soledad de la noche temía todo cuanto me rodeaba. Y la perseguí. Aquella luz, aquella mariposa de fuego. Y la seguí. Y me transformé en halcón y volé en pos de ella. Y cuando ella se hizo ciervo y se marchó galopando, yo me convertí en lobo y seguí corriendo. Y ella se convirtió en puro fuego, mi elemento, pero entonces todo estuvo perdido...

Me desbordé. Me hice agua y todo manó desde mi corazón. Y nació un piélago maldito. Un profundo mar azul que arrastra a todos aquellos que se acercan. Agitado y pendenciero, pero con el reflejo del sol en sus mansas aguas, ofreciendo tranquilidad para que todo fluya.

No. Es demasiado para mi. Aunque deba ser fuerte. Aunque sea valiente, como tú intentas hacerme creer. Como los dos queréis convencerme. Todo este mar pesa sobre mis hombros, y yo, como Atlas, condenado a esta penitencia, sosteniendo la cúpula de este mar embravecido, donde todo se hunde.

Tengo sed. Sed de risas, sed de besos. Sed de aquello que ya no tengo. Y hambre, pero solo es hambre de ti. Tú. Siempre eres tú. Quisiera condenarme a la perdición probando de la miel envenenada de tus labios. Pero no. Tú también eres parte de esta carga.

Nunca sabré como llegué a esto. Como me vi aquí, en mitad del campo de batalla. Sumido en la vorágine, dentro del océano, con un solitario escudo, sosteniendo la bandera que todos han estado buscando. Y las saetas se clavan en mi pecho, porque el escudo se ha quebrado. Como yo, que sin palabras, sin voz, ya no sé que hacer. Cómo escapar. Como afrontar todo esto...

Una vieja amiga, una bruja, me incita a cumplir con la sensatez. Más allá de la cobardía que yo mismo veo. ¿Sensatez? ¿Qué es sensato en todo esto? No hay nada claro, todo es incoherente, sin sentido, inconexo, como estas palabras. Todo fluye y corre y vuela. Y maldice y flagela. Y hiere...

La luz. El fuego. La mariposa. El lobo. El mar. Tú. Yo. El escudo. Mis palabras. Tus recuerdos. El futuro. El pasado. El presente. La maldición. La penitencia. Los deseos. Los sentimientos. Las palabras. Los actos. La verdad. Las mentiras. La vorágine...

domingo, 4 de noviembre de 2012