martes, 25 de enero de 2011

La enfermedad del alma...

Quizás sea porque tengo mucho tiempo "libre", será porque la música clásica bombardea cada uno de mis instintos, pero sumido en época de exámenes, no hago más que pensar.

Y medra en mí esa idea, esa vaga forma de humo que sufre su metamorfosis y al salir de la crisálidad, me punza con su daga el maldito imago de mi conciencia. Apago todas las luces con una inusitada parsimonia, y me siento, en el suelo, a mirar en mi interior...

Analizo una a una todas las situaciones transcurridas en los últimos momentos, y una lágrima de plata aflora en mis ojos. El último bastión que cruza mis mejillas, a bordo de una goleta dispuesta a navegar por aquel caudal salado.

Me paro y pienso. Borrando todo rastro de aquella imagen, pero mis manos están atadas muy lejos, demasiado lejos de tí como para ayudarte. Mi voz no se alza ante este maremágnum y ni yo mismo puedo personarme junto a tí. Sin embargo, en un encuentro fortuito, no puedo más que acariciar tu pelo, con la falsa máscara de que nada ha pasado. Con el antifaz de la corrección y el silencio. Pero puedo notar como en tu interior, te vas resquebrajando, porque tu alma sufre y llora. Como la mía, bajo ese dolor característico de la impotencia.

El maldito sentimiento de saber que nunca podré ayudarte y que de ninguna forma puedo modificar ni el pasado ni el futuro.

Aquí permanecemos, mecidos bajo el viento, como los glaucos juncos, cuando el vendaval arrecia. La enfermedad de nuestras almas. La tuya el dolor... y la mía, la mía la impotencia.

1 comentario:

  1. "Porque los sentimientos no necesitan palabras pero las palabras necesitan sentimientos"
    Ante tí y ante tus palabras hoy me rindo de nuevo, espero que con una reverencia sea bastante.
    Nana

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