Dos meses fuera... todo el verano entretenido... y de repente, una idea estúpida me viene a la cabeza. No... la desestimo... ¿o sí? No importa.
Subo a casa tras despejar mi cabeza. Y de repente. Esa estúpida idea se personifica. Increible. Increible pero cierto. Más viva y fuerte. Vehemente y tenaz. Me azota el miedo y la obligada indiferencia a la que me veo atado, presa viva, fingiendo.
Una mirada que esquivo. Monosílabos en lugar de palabras. Y yo... sólo en mi isla desierta, mientras las bacanales resuenan a lo lejos. Increible. Simple y llanamente.
Ahora no sé que pensar. La imposibilidad no lo era tanto. Qué hacer ahora que lo imposible es plausible. Qué pensar o decir. ¿Eliminar todo rastro del yugo de esa idea estúpida? ¿Esa idea que me persiguió durante tanto tiempo y que me hizo peor persona, al no estar completo?
Sí, es esa la idea... ¿pero cómo lo hago? ¿Cómo rompo el sello de la novena puerta?
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