lunes, 22 de marzo de 2010

Cenobismo

A veces... a veces uno sobra. Y no hay nada más que decir. Sobran todas las palabras. Todo termina...

A veces, sólo a veces, no puedes encontrar tu sitio. Y qué hacer en ese momento. Cuando el miedo te acongoja y las respuestas no parecen llegar. Cuando no puedes confiar en nadie, ni en tí mismo, porque también te has fallado...

Simplemente... sabes que sobras... Que nada cambiaría si no estuvieras ahí, justo en ese momento. No eres participe de risas, ni de bromas, ni de conversación... No aportas nada. Lo único que haces es consumir oxígeno (con lo caro que está!).

Todas las palabras, vanas. Todas las miradas, vacías. Todos los acercamientos, valdíos. Simplemente, tu fantasma se ha quedado en tu lugar, y tu alma vuela lejos, donde tu cuerpo no es más que un diente de león, que alza el vuelo en la más mínima brisa... y responde con un suspiro...

A veces uno sobra. Sobra y no hay nada más que decir, porque todo lo que podrías decir, ya es historia...

3 comentarios:

  1. Hay un antídoto contra la soledad, a la mano de todos, natural como la vida misma, para evitar la más peor de las pobrezas, la soledad; es gratuito, funciona siempre, no crea adicción y mejora enormemente la calidad de la vida. Sólo es cuestión de cambiar los ingredientes que nos proponen. En lugar de individualismo poner solidaridad; sustituir la autonomía por la donación desinteresada, y orientar la libertad al servicio de bien del otro. Si la soledad es el sentimiento que surge cuando se constata que no soy nada, ni nadie para un alguien, el antídoto eficaz será la experiencia de importar a otro, y de importarle mucho. En una palabra, la soledad muere cuando nace el amor.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, tienes razón. El amor mata a la soledad, si esta es una soledad elegida. De la que yo hablo es una soledad impuesta...

    ResponderEliminar