Arderé en el infierno mientras tú, sonríes radiante al elevarte en la impunidad de tu pecado. El brillo de tus ojos refleja todo el deseo que mi corazón alberga. Mas no, no es a mi a quien miras. No soy yo la presa de tu avidez, de tu canto de sirena. Y la sombra de este amor me persigue mientras yo deseo la luz de esas mariposas de fuego.
Y sólo ríes si él te mira, y sólo miras si el se ríe, pero no con tu cuerpo, sino con tu alma, donde habita la prístina risa con la que se forjan todos los sentimientos. Y se clava en mi, lacerando mi carne y perforando mi corazón, seco de tanto sangrar, implorando por un poco, sufriendo en la agonía, llorando lágrimas que nacen en puro llanto.
Yo tengo la penitencia de un pecado que no he cometido, pero vosotros... vosotros tentáis a la suerte en cada segundo. Las miradas, las sonrisas. Cada uno engendra una verde arpía, que me devora desde dentro. Y a vosotros os acerca cada vez más al sol.

Sentado a los pies de la luz del confín de la Tierra, con las alas intactas, observa como dos sombras sufren el descenso. Su voz, entre susurros, recita aquel recuerdo "Os vais a quemar"...
precioso¡¡¡¡
ResponderEliminarLa niña alargó al brazo, para arrebatarle a su madre la esfera de cristal que sostenía en la mano. Ya de cerca, observó la escena: Ícaros, Dédalo... recordó la leyenda. Y la agitó con fuerza.
ResponderEliminar- ¡¡No!! -gritó-.
Plzll^^