En mitad de mis oscuridades, tu belleza brota como aquella rosa nocturna, cuyos pétalos ungen mi piel, sumiéndome en el dulce ensueño que me produce una simple caricia.
Rocío noctívago que medra en las estrellas, dejando aquel aura que forma tu cuerpo, impregnando mis recuerdos en tu aroma, en tu sal, en mi llanto. En mis noches más oscuras.

Épica batalla no afrontada. Por miedo desertada, perdida, infructuosa. Ávida de sangre empobrecida, rica en lágrimas ofertadas en tributo efímero a unos dioses que me niegan.
Desterrado anacoreta. Exiliado cenobita. Ermitaño de tu nombre. Perdido en la nave que surca aquellos mares desconocidos, esbozados sólo por extraños aventureros que destrozan las aguas con sus barcos, desgarrando las olas. Dejando un reguero negro de pasión, sangre de alquitrán desposeida. Negros ojos de oscuras almas.
Es la indecible cita. La frase no pronunciada. Un te quiero que expira. Una declaración que se diluye en el océano, en el vasto azul, en las estrellas, en los abismos... Frenesí cinegético de monstruos y sirenas. De sinrazones. De incomodidades...
Si pudiera decir todo aquello que siento. Si pudiera explicar todo lo qe mi alma grita. Si supieras que todo aquello que escribo, va dedicado a ti...
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