A mi alrededor, todo se inflama y arde, y se prende, salvo yo. No porque sea inmune a tu fuego, sino porque es en mi donde se ha iniciado este incendio. Este infierno de llamas inapelables, de recuerdos, de silencios. Donde se quema cada mirada, cada palabra, cada uno de los versos, pues es pira funeraria de todo aquello que siento.
Mariposa de fuego que prendiste la fragua que albergo en mi pecho. Mariposa caprichosa y dulce. Te encanta jugar y a mi, en el fondo, me gusta que juegues conmigo. Aunque nunca pueda desentrañar tu hechizo, aunque nunca pueda recorrer el laberinto de tu cuerpo, ni besar tus labios de pecado. Aunque vuelvas solo para comprobar que el fuego sigue vivo...
Alimentas la llama de la derrota, del desespero, de la indecisión, de los celos. Jugando con los demás, no sólo conmigo. Jugando con fuego, sin saber que puedes quemarte. Alimentas el fuego gris de la desesperanza y el rojo de la pasión. El verde de la envidia, el azul de la melancolía. Llamas que dan color a tus alas y sabor a tus caricias disfrazadas de inocencia.

Tu sonrisa. Mi vida. Las miradas y los versos. La fragua. Tu laberinto. Los sellos... la bestia... Todo consumido por las llamas de tus alas. Devorados por tu luz...