
Mi corazón, que como un juguete roto, espera encerrado en la caja de música donde está apresando tras tanto tiempo, donde encanece y sueña, contigo, con tu rostro. Con tu voz que aún en sueños me despierta, desconsolado, esperándote, sabiéndote de otros, perdida en la vastedad de otros besos que no son fruto de mis labios.
Mis labios, sedientos, que buscan el agua calmante en una palabra tuya, en un leve gesto. Pero tú niegas la voz salvadora, extendiendo con tu sonrisa de fuego, el veneno ardoroso que corre por mis venas, maldiciendo todo una vez más. Alas negras que se despliegan, cubriendo incluso la oscuridad. Tu cabello cercena mi piel, como las garras de una sirena, sangrando hasta quedar agotado, y un beso de sal hace escocer la herida que nunca se cerrará, signando la cicatriz que me hace tuyo.